miércoles, 18 de noviembre de 2009

Muerte de Villa

Documentos del expediente
de la muerte de Francisco Villa
Oficio Eugenio Martínez, Jefatura de Oficinas Militares, agente del Ministerio Público, Juzgado de Primera Instancia, Hidalgo del Parral, Chihuahua, 26 de julio de 1923, Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, exp. Juzgado 1º de lo Penal, s/f.


Carta Mario G. Ochoa-Pedro Flores González, Durango-México, D.F., 16 de agosto de 1923, Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, exp. Juzgado 1º de lo Penal, s/f.




Portada de expediente “Averiguación instruida con motivo del robo de reses hecho a la señora Guadalupe Prieto. Acusado: Francisco Villa”, Hidalgo del Parral, Chihuahua, 23 de mayo de 1910, Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, exp. Juzgado 1º de lo Penal.
Carta autógrafa de Francisco Villa en “Averiguación instruida con motivo del robo de reses hecho a la señora Guadalupe Prieto. Acusado: Francisco Villa”, Hidalgo del Parral, Chihuahua, 11 de abril de 1910, Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, exp. Juzgado 1º de lo Penal, f. 16.



Carta autógrafa de Francisco Villa en “Averiguación instruida con motivo del robo de reses hecho a la señora Guadalupe Prieto. Acusado: Francisco Villa”, Hidalgo del Parral, Chihuahua, 11 de abril de 1910, Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, exp. Juzgado 1º de lo Penal, f. 16.





“Cédula de notificación al señor Licenciado Alberto López Hermosa”, Hidalgo del Parral, Chihuahua, 14 de septiembre de 1923, Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, exp. Juzgado 1º de lo Penal, s/f.

“Nota de las armas que se robaron del Juzgado Primero de lo Penal…”, Hidalgo del Parral, Chihuahua, 13 de enero de 1924, Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, exp. Juzgado 1º de lo Penal, s/f.


PANCHO VILLA SE ADUEÑA DE SACRAMENTO y CIUDAD LERDO Y SE

PANCHO VILLA SE ADUEÑA DE SACRAMENTO y CIUDAD LERDO Y SE
DISPONE A LA TOMA DE GÓMEZ PALACIO
Antes de mi salida de Bermejillo recibí noticias de cómo progresaban las operaciones sobre Sacramento, donde ya se habían unido para la pelea la gente de don Rosalío Hernández y la que mandaba Eugenio Aguirre Benavides. Según me informaban, los combates seguían allá trabados con mucho encono. Porque sucedió, cuando más comprometido estaba Juan Andreu Almazan, que acababan de llegarle grandes refuerzos de Torreón, con los cuales intentaba romper la línea que Aguirre Benavides le tenía puesta para cercarlo.
Trinidad Rodríguez, que por aquella hora llegó de Sacramento con dos balazos en el cuerpo, me hablaba así sus palabras:
Siento las heridas, mi general, que me apartan del combate, pero más me aqueja el duro castigo que está resintiendo mi brigada. Cuando así sea, no me mire como mal vaticinio. Tal como se presenta la lucha, no pasará el día de hoy sin que aquella plaza nos pertenezca.
Y me confirmaba aquellas noticias Máximo García, a quien también trajeron de allá, en más grave estado que el otro, pues venía con un balazo en el vientre.
O sea, que mirando yo, por los heridos que me llegaban, cómo no era fácil la hazaña de Eugenio Aguirre Benavides, veía también, por lo que me decían ellos, que la dicha hazaña se con sumaría.

Salí para Santa Clara con buen conocimiento de los efectivos federales, aunque no tan bien informado tocante a sus posiciones. Sabía yo que con Refugio Velasco, que había puesto en Gómez Palacio su cuartel general, estaban los generales Ricardo Peña, Eduardo Ocaranza y Benjamín Argumedo, tres hombres de gran de valor, y que otro hombre de la misma ley para las ocurrencias militares, nombrado Federico Reyna, seguía allí al frente de sus fuerzas voluntarias. Los soldados enemigos, entre federales y traidores, no bajaban de diez mil. Tenían doce cañones, con enorme provisión de granadas. Tenían mucha cantidad de bastimento. Tenían ametralladoras emplazadas en fortificaciones de obra permanente. Y confirmaban mis noticias que Velasco disponía, en muy grande número, de muy buenos oficiales para el manejo de sus cañones.
Llegando yo, dicté las órdenes para el ataque a Gómez Palacio. Allí era el punto donde el enemigo, que se replegaba delante de mi avance, había reconcentrado toda su izquierda y todo su centro, para lo cual acababa de destruir la vía al sur de Noé, estación de ese nombre, hacia donde mis trenes se acercaban. Las órdenes mías contenían esto: el ala derecha, formada por las fuerzas de Maclovio Herrera y Toribio Ortega, avanzaría en línea de tiradores en un frente de cinco kilómetros; mi centro, formado por la artillería y los dos batallones que acababa yo de organizar en Bermejillo y que había puesto bajo el mando del teniente coronel Santiago Ramírez, seguiría la línea del ferrocarril; mi ala izquierda, compuesta de la Brigada Villa y la Brigada Juárez de Durango, avanzaría también en formación de tiradores en otro frente de cinco kilómetros. Mandé, además, que los trenes del cuartel general, los del servicio sanitario y los de provisiones hicieran alto en Noé mientras se reparaba la vía. Dispuse también que conforme estuviéramos a cuatro kilómetros de la población todas las tropas desmontaran, para encadenar la caballada, y que ya de infantería, seguiríamos el avance al amparo de nuestros cañones.
A las seis de aquella tarde divisamos el enemigo en las afueras de la ciudad; vimos cómo se acogía a las defensas que tenía preparadas. Y lo que sucedió fue que, retrasada en una hora par te de nuestra marcha, la artillería enemiga abrió el fuego desde lugares ocultos y antes de que la nuestra pudiera funcionar de acuerdo con mis órdenes; y encendiéndose con eso el ánimo de todas las tropas, no fue posible contenerlas, sino que se me soltaron de la mano en su impaciencia de emprender el ataque. De este modo, sin desmontar ni esperar nuevas providencias, y primero al trote, luego al galope y luego a toda rienda, los hombres de mis brigadas se lanzaron en asalto como de frenesí, el cual los llevó, bajo el fuego de los cañones y las ametralladoras enemigas, hasta las primeras casas de Gómez Palacio.
Se entabló entonces una pelea encarnizada que les hacía bajas a ellos, pero que más bajas nos causaba a nosotros, porque íbamos en avance descubierto y porque muchos de los soldados de mi centro, mal conocedores de la guerra, pero con el impulso de su furor, no obedecían siquiera las órdenes de espaciarse. La primera granada federal mató aquella tarde a Abdón Pérez, el pagador que había dejado oculto en Torreón el oro de su pagaduría. La segunda granada hirió a Saúl Navarro, teniente coronel de la Brigada Villa, y a varios de los soldados que iban cerca de él. Pero en verdad que, aumentando a cada momento las bajas que nos causaban los enemigos, pues eran muy certeros sus fuegos y de direcciones muy bien concertadas, más recrecía el combate, por el mucho ánimo de pelea en que andaba arrebatada mi gente. Mirándola, consideraba yo entre mí: "En los planes de la guerra tantos trastornos puede causar el mucho valor como la mucha cobardía." Y me enajenaba de cólera viendo cómo nuestros cañones no podían siquiera disparar, pues parte de mis mucha chitos, en su inocencia, andaban ya metidos entre las casas, lo que malograba los blancos de las piezas nuestras.
En aquella primera peripecia mi centro y mis dos alas su frieron setenta muertos y cerca de doscientos heridos, y más muertos todavía, y más heridos, nos hicieron los enemigos en los combates de la noche. Esto ultimo sucedió porque las fuerzas de Maclovio Herrera, y él mismo con su estado mayor, quisieron echarse tanto sobre el enemigo, que sufrieron por varias horas los cañonazos que les mandaban desde el cerro nombrado de la Pila. Y como aquélla es una buena defensa natural de Gómez Palacio, y como los disparos del dicho fuego venían dirigidos con mucha pericia, las fuerzas de Maclovio se hallaron en graves aprietos. Lo dejaron a él sin caballo y casi le acabaron su estado mayor, cuyos oficiales le mataban, o se los herían.
Nació de allí que a la mañana de otro día siguiente la pelea se propagase tan dura como a las pocas horas de empezarla. Nuestros muertos no bajaban de 125 y nuestros heridos de 315, entre éstos, de modo grave, un teniente coronel apellidado Triana, jefe del estado mayor de Maclovio Herrera. Mas también es verdad que ya para esa hora el general Ángeles había emplazado nuestra
artillería en San Ignacio, el cerro, de ese nombre, que allí se encuentra a la derecha del Ferrocarril Central, más abajo del Vergel. Allí tenía varias baterías al mando de Martiniano Servín, más otra mandada por Manuel García Santibáñez, y él mismo ordenaba los disparos de otros cañones puestos más cerca del enemigo por el lado izquierdo de la dicha vía.
Yo comprendí entonces que eran muy poderosas las posiciones enemigas de Gómez Palacio, por lo cual llamé a Maclovio Herrera y le dije:
?Señor general, mientras nosotros sostenemos aquí este frente y nuestra artillería bombardea el cerro de la Pila, la Jabonera, la Casa Redonda y las posiciones atrincheradas del norte de la ciudad, alargue usted su línea por la derecha hasta atacar Ciudad Lerdo y tomarla.
Y Maclovio Herrera, sin ignorar que aquella maniobra iba a resultarle muy peligrosa, encadenó su caballada al pie del cerro de San Ignacio y salió al cumplimiento de mis órdenes con grande valor. Pero sucedió que al dictar yo la dicha providencia me engañé. Porque el fuego de nuestros cañones, siendo certero, no lograba contener el del enemigo, y la acción de mi centro, que yo mismo dirigía, no estorbaba ninguno de aquellos movimientos. De modo que salieron ellos al ataque de Maclovio, en lugar de esperarlo, y avanzaron en número de fuerzas superior a las que él llevaba, y yo vi y comprendí cómo salían con ánimo de flanquearlo y desbaratarlo, y cómo buscaban echársenos en cima con grave peligro para toda nuestra artillería. Entonces, tratando yo de reparar mi yerro, y de hacer posible que Maclovio fuera al cumplimiento de mis órdenes, no pensé en más, sino que me eché sobre la caballería enemiga, seguido de Jesús Ríos y toda mi escolta; y fue mi carga de tanto furor que no nos detuvieron las balas en que quisieron envolvernos, ni nos pararon sus embarazos, sino que llegamos hasta donde aquellas fuerzas estaban, y las desbaratamos, y las hicimos huir en dispersión, con lo cual desapareció el riesgo que nos amagaba y se consiguió que Maclovio Herrera se acercara a Ciudad Lerdo en busca de buenas posiciones.
En aquella carga, según luego se dijo, murió Federico Reyna, el coronel de que antes hablo como jefe de los voluntarios huertistas. ¿Y cómo no, señor, si fue encuentro de mucha mortandad, en que esperaron ellos con todo valor el golpe de nuestra arremetida, y si tanto se expusieron allí a morir los jefes y oficiales, como los soldados de tropa? Según yo creo, nuestra carga dio un espectáculo digno de verse, y fue de honra haber formado parte de ella, porque paralizamos en su acción amenazadora al ejército enemigo, que ahora aprendería a medirse más en sus pasos.
Que así fuera o no fuera, los combates de toda la mañana siguieron muy encarnizados; y como me pareciese entonces que al enemigo le llegaban refuerzos por aquel frente, ordené el repliegue de mis líneas hasta el Vergel. Pensaba yo: "Hay que esperar la noche para que Maclovio se apodere de Lerdo. Hay que aguardar a que se resuelva la acción de Sacramento y a que vengan en mi ayuda las tropas de Aguirre Benavides y Rosalío Hernández."
Yendo en nuestra retirada, vi un jovencito que seguía a pie el paso de mi caballo. Ahogaba tanto el calor y se sentía tanta la sed de la batalla, que me compadecí de él. Yo le dije:
?¿Y usted quién es, muchachito?
El me contesta:
?Soy el mayor Gustavo Bazán, mi general.
?¿Cuáles son sus fuerzas?
?Pertenezco a las de mi general Felipe Ángeles, mi general,
?¡Señor! ¿y por qué viene usted aquí?
?Llegué de Sonora esta mañana para incorporarme en el Vergel, mi general.
?¿Y por qué no se incorporó usted allí con la artillería?
?Porque supe que mi general Ángeles andaba en el frente reconociendo las líneas, y mi deber me mandaba presentármele.
Seguro yo de que aquello era verdad, pues muy cerca de nosotros venía Felipe Ángeles, le dije al mayor Gustavo Bazán:
?Muy bien, muchachito. No se fatigue tanto, ya que ha cumplido con el deber. Si tiene piernas, brinque a las ancas de mi caballo, para que yo lo lleve.
Y frené allí mismo, y le di ocasión de que montara.
A poco de efectuar nosotros aquella reconcentración sobre el Vergel, recibí noticias de que Sacramento estaba ya en nuestras manos, y de que el grueso de las brigadas Zaragoza, Hernández, Cuauhtémoc, Madero y Guadalupe Victoria venían a incorporárseme.
En Sacramento el enemigo acababa de tener cerca de 300 bajas, más 40 hombres que armados y pertrechados se pasaron a nuestras filas. A nosotros nos había costado aquella acción 50 muertos, entre ellos el teniente coronel Cipriano Puente, y 100 heridos. Y como en su huida quiso el enemigo hacerse fuerte en el Porvenir, punto que así se nombra en la línea de Torreón a Monterrey, de nuevo lo habían derrotado allí los nuestros, y le habían quitado sus tres trenes de provisiones, y lo habían obligado a dispersarse rumbo a Gómez Palacio. Aguirre Benavides destruyó entonces la vía del ferrocarril desde Jameson hasta San Pedro de las Colonias y dispuso que uno de sus coroneles, de nombre Toribio V. de los Santos, ocupara con su regimiento San Pedro de las Colonias y luego siguiera hasta Hipólito aquella destrucción, para cerrar así el paso a los refuerzos que de Monterrey podían llegarle al enemigo.
Ese mismo día al anochecer acamparon en Jameson las fuerzas de Eugenio Aguirre Benavides. Yo le mandé con un oficial órdenes de que se me incorporara en mi campamento a la mañana de otro día siguiente. Le envié también, para él y su brigada, y para don Rosalío y la suya, más las otras fuerzas que con ellos habían combatido, las palabras de mi cariño y de mi aplauso. Les decía yo: "Esas tropas han consumado con el valor y la pericia de los verdaderos hombres militares toda la extensión de mis providencias. Su hazaña nos permite seguir el desarrollo de nuestros planes."
Y cuando todavía saboreaba yo aquel regocijo, en horas de la noche me llegó el informe de que las fuerzas de mi extrema derecha, al mando de Maclovio Herrera, acababan de asaltar y tomar, con ímpetu incontenible, Ciudad Lerdo, que era el otro triunfo que yo necesitaba.
Nos amaneció el 24 de marzo en nuestro campamento del Vergel, entregado yo a la reorganización de la gente para lanzar la a nuevo ataque. El general Ángeles, que me ayudaba en mis planes, había dispuesto, con mi aprobación, que también la artillería se reconcentrara, para de allí destinarla a mejores posiciones.
Cerca de las ocho de aquella mañana se me incorporaron los 3,500 hombres de Aguirre Benavides y Rosalío Hernández. Poco después se me presentó Maclovio Herrera con el parte de sus hechos durante la pelea del día anterior. Lo felicité con muy buen cariño; le dije cuánto apreciaba su conducta y la de sus tropas. A seguidas le añadí estas palabras:
?Por ahora, señor general, tenemos quedo al enemigo. Mire nomás cómo parece esperar en sosiego el ataque que hemos de hacerle esta noche, o la de mañana.
Lo cual era muy grande verdad. Porque mientras nuestros trenes seguían ocupados en la reparación de la vía, miraba yo cómo los soldados enemigos andaban levantando el campo de los combates del día anterior.
Mediando la mañana, el enemigo intentó cañonearnos. Lo hacía con el hincapié de estorbar nuestra reparación, pero, según yo creo, con el verdadero ánimo de que mi artillería, contestando le, descubriera sus nuevos emplazamientos. No les respondimos nosotros, conscientes de que aquel fuego no nos molestaba; y aunque nos molestara, nuestros cañones, a la distancia a que los teníamos, casi nada hubieran podido hacer a cambio de revelar sus posiciones. Pero como poco después, muy envalentonados ellos por nuestra inacción, así indispensable que por ninguna parte recibiera alivio ni refuerzos. Lo cual sí estaba yo seguro de conseguir, pues a la in comunicación de aquellas tropas con el centro de la República, según ya estaban al comienzo de nuestras operaciones, acababa de añadirse la incomunicación con Monterrey, y ahora nos disponíamos a procurar la incomunicación con Parras y Saltillo.
dieron señales de prepararse para otra salida, moví mi escolta, más 500 hombres de Aguirre Benavides, y así reforcé mi frente y logré que el enemigo se mantuviera quieto.
Eran muy grandes las dificultades de nuestro ataque, y urgente la necesidad de conducirlo conforme a un plan concertado. Re uní, pues, en junta a mis generales y les dije:
"Señores, sienten ustedes cómo se nos presenta escabrosa esta acción. Son muy fuertes las posiciones enemigas de Gómez Palacio. Su artillería, por la buena calidad de los proyectiles, su pera los estragos de la nuestra. Se acogen ellos al abrigo de posiciones fortificadas, mientras que nosotros, sin ningún amparo en las llanuras del plan, recibimos en el pecho el fuego de sus cañones y ametralladoras. Conviene, señores, según yo creo, que todos expresemos aquí nuestro parecer, y que todos quedemos de una sola opinión tocante a las providencias que han de des arrollarse para que nuestro propósito se logre con la menor mortandad posible."
Se convino entonces lo principal de las disposiciones, que fueron así: orden para que el general Domingo Arríeta acudiera en nuestra ayuda con las fuerzas que tenía en Santiago Papasquiaro; orden para que los generales Calixto Contreras y Severino Ceniceros se movieran de Pedriceña, donde estaban con su gente, hasta Aviles; orden para que el general José Isabel Robles, que se hallaba en Durango, acercara su brigada, acampada en Picardías, hasta la Perla; orden para que el segundo jefe de aquellas tropas levantara la vía entre Parras y Torreón, y así cerrar también por aquella parte las comunicaciones enemigas.
Porque comprendía yo, estimando la fortaleza de las posiciones de Velasco, cómo lo principal para nosotros era encerrarlo y debilitarlo en Torreón, de modo que lo agotaran allí el cansancio de sus soldados y el gasto de sus provisiones, y cómo era así indispensable que por ninguna parte recibiera alivio ni refuerzos. Lo cual sí estaba yo seguro de conseguir, pues a la in comunicación de aquellas tropas con el centro de la República, según ya estaban al comienzo de nuestras operaciones, acababa de añadirse la incomunicación con Monterrey, y ahora nos disponíamos a procurar la incomunicación con Parras y Saltillo.

viernes, 6 de noviembre de 2009


General Orestes Pereyra
(1861-1915)



Precursor de la Revolución Mexicana, el 20 de Noviembre de 1910 se levantó en armas en Gómez Palacio contra la dictadura porfirista y prosiguió una corta pero activa y trascendente carrera militar que lo llevó a figurar entre los más afamados combatientes de la lucha armada.

Nació en Santa María del Oro, Dgo., el año de 1861 y murió en 1915, empezó su participación haciendo proselitismo a favor del movimiento antiporfirista en la Comarca Lagunera con los grupos de la Junta Patriótica inspirados en el ideario maderista. Se reunían en diversos lugares para conspirar contra el gobierno, dirigidos por los señores Dionisio Reyes, Profr. Manuel Nepomuceno Oviedo y con la colaboración de varios correligionarios como: Juan Pablo Estrada Lozano, Ezequiel Guillén, Gregorio García y Jesús Agustín Castro, entre otros valientes ciudadanos.

Después de haber tomado la plaza de Gómez Palacio, Orestes Pereyra, quien además había aportado a la contienda a sus hijos Orestes y Gabriel, se dedicó a combatir en el Estado de Durango en Villa Hidalgo, Nazas, Indé y Mapimí, participó en la primera Toma de Torreón en mayo de 1911. Incorporado a la campaña revolucionaria, estuvo presente en la Hacienda de la Loma el 29 de septiembre de 1913, para formar la afamada División del Norte al mando del Gral. Francisco Villa. Por lo cual tomó participación decisiva en la Toma de Torreón de 1914, en la de San Pedro, Coah. y Zacatecas el mismo año.

Junto con el General Calixto Contreras fueron de los primeros duranguenses en desconocer al régimen usurpador de Victoriano Huerta. Al frente de las operaciones villistas en Sinaloa, cayó prisionero en combate y fue fusilado en 1915

Caudillos de la Revolución

Pancho Villa el Heroe


Manifiesto de Francisco Villa al Pueblo de México. Septiembre 22 de 1914

Al Pueblo Mexicano: Al derrocamiento del gobierno democrático del señor Madero, obra grandiosa del movimiento revolucionario de 1910, el pueblo mexicano se lanzó de nuevo a la conquista de sus libertades, demostrando a la nación y al mundo entero que han terminado para siempre en nuestro país los gobiernos impuestos por la fuerza y que sólo aceptará y respetará a los emanados de la voluntad popular.

La palabra CONSTITUCIONALISMO grabada sobre los colores de nuestra bandera, encierra todo el programa político de la Revolución, dentro del cual serán resueltas sobre bases legales y por ende estables, las reformas encaminadas al mejoramiento social y económico de nuestro pueblo.

Aunque el plan de Guadalupe, lanzado por el C. Venustiano Carranza, ofrecía solamente el restablecimiento del Gobierno Constitucional, fue aceptado sin embargo por los jefes revolucionarios, porque confiaban en que el Primer Jefe de la Revolución era partidario de establecer no sólo un gobierno democrático sino las reformas económico-sociales indispensables para asegurar el mejoramien­to de las clases desheredadas.

Desgraciadamente, los actos del señor Carranza, y sus declaraciones, engendraron en el ánimo de muchos revolucionarios el temor de no ver realizados los compromisos que la revolución había contraído con el pueblo.

La División del Norte, que había sido objeto de las intrigas políticas del señor Carranza, temiendo más que cualquiera otra que fueran defraudados los ideales revolucionarios, propuso, de acuerdo con el Cuerpo del Ejército del Noroeste, en las conferencias de Torreón, el establecimiento de una Convención sobre bases democráticas, para obligar al Primer Jefe a cumplir con el programa revolucionario, garantizando el establecimiento de un gobierno democrático y las reformas necesarias en beneficio del pueblo.

El señor Carranza se rehusó a aceptar la Convención sobre las bases propuestas en el pacto de Torreón y resolvió que al entrar a la capital de la República el Ejército Constitucionalista, convocaría a una Junta a los generales y a los gobernadores de los Estados para estudiar los problemas políticos y sociales de la Revolución.

Si la División del Norte había perdido la confianza en el Primer Jefe, no podía tenerla tampoco en una Junta cuyos miembros eran de hecho designados por él, supuesto que él era quien tenía facultades para conferir el grado de General y para nombrar a los gobernadores, por lo que tendría siempre una mayoría asegurada.

Al tomar posesión el señor Carranza de la ciudad de México, debido al triunfo de las armas revolucionarias, en el que la opinión pública ahora y la historia mañana, han puesto y pondrán en el lugar que corresponde a la División del Norte, empezaron a revelarse, de una manera fuera de toda duda, las intenciones del señor Carranza de permanecer en el Poder un tiempo indefinido y gobernar con un absolutismo que ningún gobierno había tenido en nuestra historia.

El Primer Jefe rehusó aceptar el título de Presidente Interino que, conforme al mismo Plan de Guadalupe, le correspondía, y que lo colocaba bajo restricciones constitucionales, conservando únicamente el de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo. Varió la fórmula de la protesta constitucional. No formó su gabinete de acuerdo con la Constitución, dejando a los encargados de su administración con el carácter de Oficiales Mayores. Asumió en su persona los tres Poderes constitucionales, suprimiendo las autoridades judiciales y dejando la vida y los intereses de los mexicanos al arbitrio de Jefes militares, sin restricción legal alguna. Decretó reformas constitucionales de la exclusiva competencia de las Cámaras, como la supresión del Territorio de Quintana Roo. Ha autorizado la violación de garantías otorgadas por la Constitución, entre otras, la libertad de conciencia permitiendo a muchos gobernadores que, exagerando el justo resentimiento del Partido Constitucionalista, contra los miembros del clero católico que tomaron parte en el cuartelazo y en el sostenimiento de la dictadura, supriman el culto, impongan penas por prácticas religiosas autorizadas por las leyes y lastimen profundamente el sentimiento religioso del pueblo con actos reprobados por la civilización y el Derecho de gentes. Por último, a la anarquía que y a existe en la capital de la República y en la mayor parte de los gobiernos de los Estados, por los desaciertos políticos y la falta de energía del señor Carranza, se agregará muy pronto la miseria pública, ocasionada por la intranquilidad y falta de seguridades en las ciudades y en los campos, y la depreciación cada vez más grande del papel moneda, cuya última emisión de $ 130,000,000 decretada por él sin garantía ninguna, hará su valor a un grado ínfimo y elevará a un precio fuera del alcance de las clases pobres los artículos de primera necesidad.

Frente a una situación que amenaza comprometer el triunfo de la Revolución, alcanzado con tanto sacrificio, arrojando al país a la anarquía y a la miseria, la División del Norte envió a la ciudad de México una delegación para presentar al Primer Jefe un programa de gobierno interino que es, en resumen, el restableci­miento inmediato del orden constitucional por medio del sufragio electoral y la implantación de reformas agrarias; programa firmado por el General Obregón en representación del Cuerpo del Ejército del Noroeste y por mí en la División del Norte.

El señor Carranza rehusó a convocar inmediatamente a elecciones, determi­nando que la Junta por él convocada para el 1o. de octubre sería la que habría de fijar el tiempo y la forma de su celebración. Esto significaba que en último resultado el señor Carranza sería el que fijara el tiempo y la forma de esas elecciones.

Efectivamente, como la Junta se constituiría de todos los generales con mando y todos los gobernadores, de antemano se podía asegurar que a la hora de las votaciones en el seno de la Junta, la mayoría de sus miembros sería de la misma opinión del señor Carranza, toda vez que concurriendo dichas personas con su carácter militar y no como representantes de ningún grupo de ciudadanos, dependería jerárquicamente del Primer Jefe del Ejército y quedarían sometidos a su influencia moral.

Esto no obstante, y a pesar de la creencia fundada de que la Junta sería sólo un pretexto para que el Primer Jefe continuara indefinidamente en el Poder, los Jefes del Grupo del Ejército del Noroeste y la División del Norte dando un testimonio de su espíritu de conciliación aceptaron mandar sus delegados, poniendo sólo por condición que en la Junta se tratarían de preferencia estas tres cuestiones: confirmación en favor del C. Venustiano Carranza de su cargo de Presidente Interino de la República, el cual le corresponde según lo proclama en el Plan de Guadalupe; el restablecimiento del orden constitucional mediante la elección de un gobierno popular en el plazo más breve posible, y , por último la adopción de medidas suficientemente eficaces para garantizar la resolución del problema agrario en un sentido prácticamente favorable para las clases populares.

Cuando ya iban en camino para la ciudad de México el señor general Obregón, Jefe del Cuerpo del Ejército del Noroeste, y algunos delegados de la División del Norte, un incidente imprevisto detuvo su marcha. El Primer Jefe, violentado por noticias alarmantes e infundadas por la prensa amarilla, suspendió el tráfico con los lugares ocupados por la División del Norte dando a conocer de esta manera su resolución de iniciar las hostilidades contra los que ejercían presión sobre él para obligarlo a cumplir con los compromisos de la Revolución, que llevó al pueblo a la lucha armada, no era para imponer la voluntad de alguien, sino para que el mismo pueblo impusiera la suya.

Ante la consideración de que todo esfuerzo posible sería inútil para obligar al Primer Jefe a entregar oportunamente el Poder al que la voluntad popular designara, y comprendiendo que la salvación de la Patria y de los intereses del pueblo encarnados en los principios revolucionarios dependen de la inmediata resolución de sus grandes problemas, la División del Norte ha resuelto desconocer como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del poder Ejecutivo, al C. Venustiano Carranza.

Este desconocimiento no encierra un acto de ambición de mi parte, ni de ninguno de los generales de la División del Norte, y solemnemente declaro con la debida autorización, que ni ellos ni y o aceptaremos los cargos de Presidente Interino ni Constitucional de la República, así como tampoco los de Vicepresidentes y Gobernadores, y que de acuerdo con los demás generales, jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista que quieran coadyuvar con nosotros lucharemos por establecer un Gobierno Civil que garantice todos los derechos y todas las libertades de los ciudadanos.

En esta virtud invito a todos los ciudadanos mexicanos:

PRIMERO. - A desconocer al C. Venustiano Carranza como Primer Jefe Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.

SEGUNDO. - A unirse a la División del Norte contribuyendo en la forma más eficaz que les sea posible, para exigir la separación del C. Venustiano Carranza de la Jefatura del Ejército Constitucionalista y del Poder Ejecutivo.

Inmediatamente que se hay a conseguido esta separación, los generales con mando de tropa designarán una persona civil que con el carácter de Presidente Interino de la República, convoque desde luego a elecciones para restablecer el orden constitu­cional e inicie las reformas económico-sociales que la Revolución exige.

Con el fin de que la agitación electoral no se repita apenas verificada la elección, atento al precepto constitucional vigente y de que el Presidente electo pueda llevar a la práctica el programa de la Revolución, el Presidente Provisional someterá a la aprobación de las Cámaras, la reforma de que el período presidencial de seis años se empiece a contar desde la fecha que el electo tome posesión.

La División del Norte ofrece establecer el orden y la tranquilidad en los lugares que vaya ocupando y respetar la vida y los intereses de sus habitantes pacíficos, y a sean nacionales o extranjeros.

CONCIUDADANOS:

Es muy doloroso para mí exigir del pueblo mexicano un nuevo sacrificio para que la Revolución pueda definitivamente realizar sus caros ideales, pero tengo la seguridad de que todo ciudadano honrado comprenderá que sin este último esfuerzo del pueblo, se derrumbaría toda la obra revolucionaria, porque habría­mos derrocado una dictadura para substituirla por otra.

El mexicano que no contribuya a dar v ida a este grandioso movimiento libertario llevará sobre su conciencia el remordimiento de no haber sabido amar a su Patria.

La Revolucón en Gómez Palacio

Ataque a Gómez Palacio-CONTINÚA EL COMBATE EN SACRAMENTO


22 Marzo 1914(Hermanos Aguirre Benavides)
CONTINÚA EL COMBATE EN SACRAMENTO. LOS CORONELES RODRÍGUEZ Y GARCIA HERIDOS. SE ORGANIZAN FUERZAS DE INFANTERIA.PRIMER ASALTO A GOMEZ PALACIO.

A las cinco de la mañana las fuerzas del centro siguen su marcha en línea desplegada por la vía del ferrocarril hacia Gómez Palacio distante 37 kilómetros. El General en Jefe con su Estado Mayor, permanece en Bermejillo hasta las 11 a. m. (Véase plano núm. 2 al final del libro.)
A las 8 a. m., llega procedente de Sacramento el Coronel Trinidad Rodríguez, y aunque se encuentra herido por dos balas que le atravesaron la caja del cuerpo, se manifiesta entero y animoso, sintiendo sólo que su Brigada haya sido tan castigada. Informa de la verdadera situación del combate en Sacramente, y asegura que el enemigo será derrotado a pesar de haber recibido un nuevo y grande refuerzo de Torreón; que a su salida del campo de operaciones, vio llegar las fuerzas del General Hernández, y confirma la rendición de un Escuadrón del enemigo, que se pasó a nuestras filas con todos sus pertrechos. Llega también gravemente herido el Coronel Máximo García, Jefe de la Brigada Madero; su estado inspira serios temores, por haber recibido una herida en el vientre.
El Señor General Villa, seguro de encontrar ocultos gran número de soldados dentro de los 15 trenes de la poderosa División, ordena que todos los individuos útiles y armados se organicen en batallones. El efecto supera a lo que se esperaba, pues resultan 1500 hombres perfectamente armados y municionados. Violentamente, con ese gran número de infantes, se organizan tres batallones, embarcando dos de ellos en el tren del Cuartel General y dejando el tercero para que guarnezca la plaza de Bermejillo, a las órdenes de los Mayores Antonio San Román y Carlos Ugartechea. El tren del Cuartel General se pone: en movimiento a fin de alcanzar las fuerzas que ya tenían varias horas de camino. Concentradas todas las fuerzas en Santa Clara, se continúa la marcha; y entonces, el espectáculo que se presenta a los ojos del observador es imponente: el ala derecha, formada por las Brigadas González Ortega y Benito Juárez, se extiende en línea de tiradores en un campo no menor de cinco kilómetros; el ala izquierda, ocupando también una extensión como de cinco kilómetros, la forman la Brigada Villa y parte de la Brigada Juárez de Durango; y la Brigada Guadalupe Victoria; el centro es ocupado por los dos Regimientos de Artillería y los dos batallones de infantería de que se habló antes, comandados por el Teniente Coronel Santiago Ramírez. El enemigo ha reconcentrado sus avanzadas y ha destruido la vía férrea desde Estación Noé hasta las puertas de Ciudad Gómez Palacio. Con este motivo, los trenes del Cuartel General, Brigada Sanitaria y Provisiones, se quedan en la Estación antes mencionada. A las seis de la tarde, se avista el enemigo en las afueras de la ciudad notándose que precipitadamente va a hacerse fuerte en los reductos construidos al efecto.
El plan de ataque concertado es bien sencillo: cuando falten cuatro kilómetros para llegar a los suburbios de la ciudad, nuestras fuerzas deben hacer alto, desmontar, encadenar la caballada y, mientras nuestra artillería bombardee las posiciones enemigas, avanzar en línea de tiradores protegidos por la misma. Pero como quiera que la marcha se retardó una hora y el enemigo abrió sus fuegos de cañón desde un punto oculto, y antes que nuestra artillería funcionara, las fuerzas se entusiasmaron; y primero al trote, luego al galope y, finalmente a la carrera, da un formidable asalto en medio de un nutrido fuego de cañón. Desde el primer momento, nuestras fuerzas se apoderan de los suburbios de la ciudad. Se entabla un duelo a muerte, terriblemente mortífero para ambos combatientes. La primera granada enemiga dió muerte a Odilón Pérez, valiente capitán primero de Estado Mayor General. La segunda hirió al Teniente Coronel Saúl Navarro, de la Brigada Villa y a algunos soldados más. Nuestra artillería calla por temor de hacer daño a los nuestros, que llenos de entusiasmo estaban ya dentro de la ciudad. La circunstancia de marchar muchos amontonados por el centro de la vía, de ir no pocos bisoños, de que los federales contaban con muy buenas posiciones y tenían perfectamente estudiado el tiro, hizo que en el primer asalto resultaran como 70 muertos y 200 heridos. Continúa el combate muy impetuoso; toda la noche se lucha dentro de la ciudad. Un cañón enemigo, colocado en el centro de La Pila, conocido también con el nombre de Trincheras, no cesa de hacer fuego sobre la ciudad. El General Herrera, acompañado de su Estado Mayor, sufre mortífero fuego de este punto. Varios de sus oficiales son muertos y casi todos heridos. A él le matan su caballo. Milagrosamente escapa el señor Brigadier.


Ataque a Gómez Palacio. 23 de marzo de 1014

LA ARTILLERIA EMPLAZADA.--NOTABLE CARGA DE CABALLERIA DADA POR EL GRAL. VILLA Y EL JEFE DE SU ESCOLTA, TENIENTE CORONEL JESUS M. RIOS.--TOMA DE SACRAMENTO.
A las seis de la mañana quedó emplazada la artillería de grueso calibre al mando directo del Coronel Servín, y una batería Canet al mando del Coronel Santibáñez, en la falda del cerro San Ignacio. El General Ángeles, por su parte, manda también, directamente, una batería que es colocada al lado izquierdo de la vía del Central, entre Estación Vergel y Gómez Palacio. Desde luego se nota que sus fuegos son certeros sobre las posiciones enemigas. Los federales estaban perfectamente atrincherados en el Cerro de La Pila, La Jabonera, la Casa Redonda y las casas del rumbo del Norte, situadas a extramuros de la ciudad. Aparte de esto y por el mismo rumbo, tenía fortificaciones perfectamente bien situadas. Resulta herido de suma gravedad el Teniente Coronel Presbítero Triana, Jefe de Estado Mayor de la Brigada Benito Juárez.

7 a. m.?El Señor General Herrera recibe orden de atacar Ciudad Lerdo y se dirige a aquella plaza, encadenando su caballada junto al Cerro de San Ignacio. A las 8 de la mañana la artillería mandada por el Coronel Santibáñez, bombardea el Cerro de Trincheras y parte de Ciudad Gómez Palacio; y mientras tanto el Señor General Villa, acompañado de su escolta, da el sostén a los cañones. En el patio de la Estación de Gómez, una máquina hace movimientos. Poco después el General Herrera abre el fuego sobre Ciudad Lerdo; pero al ver el Sr. General en Jefe que el Gral. Herrera va a ser flanqueado por el enemigo que ataca en número superior y que puede correr peligro nuestra artillería, seguido de toda su escolta da una violenta y vigorosa carga de caballería. Y es tan grande y tan potente el empuje de los soldados que frenéticos siguen al Señor General en Jefe, contagiados de su valentía, que no se detienen ante las balas enemigas; y desafiando todo peligro acometen furiosamente arrollándolo todo y haciendo huir en precipitada fuga a los adversarios que no pueden contenerse y se dispersan en el desorden más completo. Algún tiempo después, y cuando los jinetes enemigos huían en dispersión, cesó el fuego y el General Herrera fue a tomar posiciones muy cerca de los suburbios de Lerdo, dispuesto para el combate de la noche. Se asegura que en esa formidable carga de caballería, sostenida por el General en Jefe y el Jefe de su escolta, Teniente Coronel Jesús Ríos, murió Federico Reyna, General de los irregulares Huertistas.

Son las once de la mañana. Nuestras bajas durante la noche pueden calcularse en 125 muertos y 315 heridos; y siguen llegando de los últimos, pues el combate continúa muy encarnizado. Refuerzos de Sacramento les llegan a los federales y los animan grandemente. Con esto, logran rechazar a los nuestros, quienes se retiran con el fin de rehacerse, dejando en el campo nada más las fuerzas de servicio y la artillería. En la tarde sólo hay ligeros tiroteos; y la artillería de unos y otros hace pocos disparos. En la noche precedente, los federales intentaron salir dos veces de sus posiciones; pero fueron vigorosamente rechazados por los constitucionalistas.
Al anochecer, ligero tiroteo, quedando cada cual en sus posiciones primitivas. El Cuartel General recibe por fin el parte de que ayer a las nueve de la mañana terminó el combate de Sacramento; el enemigo tuvo poco más o menos como trescientas bajas, aparte de algunos prisioneros, más cuarenta hombres, que, como dijimos antes, se pasaron a nuestras filas con todos sus pertrechos. Por nuestra parte resultaron 50 muertos y 95 heridos Entre los primeros esta el Teniente Coronel Cipriano Puente El enemigo, al escapar de Sacramento quiso hacerse fuerte en El Porvenir., Nuevamente fue atacado allí, con la mayor pujanza, y entonces tuvo necesidad de huir precipitadamente a Gómez Palacio, perdiendo tres trenes de provisiones que cayeron en manos de los Señores Generales Aguirre Benavides y Hernández Inmediatamente después de esa acción un Regimiento de aquellas fuerzas, por orden del General Benavides, destruyo la vía férrea entre Jameson y San Pedro, con la recomendación de continuar esa misma operación hasta Estación Hipólito Esta delicada e importante comisión le fue conferida al Señor Coronel Toribio V de los Santos, a la vez que se le designo para ocupar la plaza de San Pedro de las Colonias El General Benavides, con su columna, salió en seguida en auxilio de nuestras fuerzas comprometidas en Gómez Palacio, y en la noche de este día acampé en Estación Jameson a corta distancia del Cuartel General enemigo. El General en Jefe se muestra satisfecho por la conducta que , observaron las fuerzas de la izquierda. , A las 9 de la noche, la extrema derecha, al mandando del General Herrera, asalta vigorosamente y toma la plaza de Lerdo


Ataque a Gómez Palacio-24 marzo-1914


Cerca de cuatro mil hombres al campamento del EL Vergel. También la artillería se reconcentra en el mismo punto a fin de alistarse para todo movimiento. A las 9 a.m, se efectúa una Junta de Generales y se discuten los planes para el asalto que debe efectuarse en la noche, El enemigo pretende bombardear uno de nuestros trenes de reparaciones y no tiene éxito Parece que los federales pretenden hacer una exploración a efecto de que nuestra artillería se descubra. A las 9.30 el Cuartel General tiene noticia de que el enemigo ha salido de Gómez Palacio rumbo a nuestro campamento a atacar nuestra base de operaciones, según el decir de unos: y según otros, que se va retirando rumbo a Torreón. El señor General Villa, a fin de convencerse, manda que ensillen los soldados en su escolta ordenando el avance de 500 hombres de la Brigada Zaragoza con objeto de reforzar nuestro frente. El General Maclovio Herrera, personalmente, rinde parte de las operaciones efectuadas por su Brigada la noche anterior, en la derecha. Recibe órdenes de pertrechar su gente y estar listo: para las tres de la tarde. Obrará en el próximo combate en combinación con las Brigadas Morelos y Villa, en el ala derecha. Durante el día hubo ligeros tiroteos; y los federales dispararon algunos cañonazos sobre nuestro campo, pero. Afortunadamente sin causar daño alguno. Los Generales Calixto Contreras y Severino Ceniceros reciben orden de mover su gente de Pedriceña a Avilés; el General Robles, de Picardías a La Perla, y el General Mariano Arrieta, de Santiago Papasquiaro a este campamento. Todos serán municionados convenientemente en cuanto se hallen cerca. El Jefe accidental de la Brigada Robles, recibe también la orden de destruir la vía férrea entre Torreón y Parras. Sábese que en cuanto el Señor General Robles, que estaba en Durango, tiene noticia de que la División se ha acercado a Gómez Palacio, dispone su inmediata salida con este rumbo a fin de no escatimar su importante y. valiosa ayuda.



Ataque al Cerro de la Pila-25 marzo 1914(Hermanos Aguirre Benavides).
DUELO DE ARTILLERIA.--SEGUNDO ASALTO A GOMEZ PALACIO.--NOTABLE ASALTO AL CERRO DE LA PILA.--DOSCIENTOS MUERTOS EN UNA HORA.
La mañana se pasó relativamente tranquila. Se están ultimando los preparativos para el asalto que deberá efectuarse en la noche de hoy. A las tres de la tarde salen las fuerzas en dispositivo de ataque y una hora después estalla el primer cañonazo, durando el duelo de artillería hasta las siete de la noche. El Niño dispara tres cañonazos que hacen blanco en uno de los fortines del cerro de La Pila. Los federales cañonean a nuestro primer tren explorador y no logran hacer blanco, a pesar de encontrarse a tres kilómetros de sus posiciones. A las cinco de la tarde llega el Sr. Gral. Tomás Urbina con 160 hombres. Ya habiendo obscurecido llega el Sr. Gral. Severino Ceniceros con una escolta de doscientos hombres, indicando que el General Contreras entrará por Ciudad Lerdo. La derecha, mandada por los Generales José Rodríguez, Urbina y Herrera, asalta vigorosamente el cerro de La Pila, arrebatando a los enemigos dos de las cinco posiciones artilladas que tenían en lo alto de dicho cerro. Luego la extrema derecha, al mando de Herrera se apodera de la parte comprendida entre Gómez Palacio y Ciudad Lerdo, de donde huye el enemigo reconcentrándose a Gómez Palacio. El centro, lo forman las Brigadas González Ortega y Guadalupe Victoria que se batieron bizarramente teniendo un efectivo como de 2,400 hombres. Desgraciadamente el ataque no tuvo el resultado apetecido, debido a que el ala izquierda entró en acción hasta la una de la mañana. Formaron el ala izquierda las Brigadas Hernández y Zaragoza. Se debió esto a que por no perder el contacto avanzaron con suma lentitud: así es que a la una de la mañana que se lanzaron al asalto, ya las fuerzas de la derecha estaban rendidas de fatiga y no pudieron secundar aquel empuje vigoroso de la izquierda. Fue realmente notable la ardentía con que se batieron estas últimas fuerzas de la derecha al comenzar la noche; y también fue digno de llamar la atención el movimiento que hizo la artillería recorriendo un gran arco de círculo frente al Cerro de La Pila.
Imponente y aterrador es el espectáculo del asalto por nuestros soldados al Cerro de la Pila. Empezó a las 8.45 de la noche. Apenas se había iniciado, y ya era ensordecedor el estrépito de la fusilería, de los gruesos cañones, de las terribles bombas de dinamita y de las mortíferas ametralladoras. El ruido producido, podría compararse con el del mar embravecido o el de furioso torrente que se despeña entre las rocas sacando los árboles de cuajo. Ni un solo momento, mientras duró el asalto, pudo reinar la oscuridad en el cerro, pues que en todo instante lo iluminaban siniestramente los fogonazos de aquellos luchadores estoicos y bravíos. Y la columna asaltante, primero en la llanura, muy presto en la falda del cerro, luego a la mitad, por fin en lo alto, avanza arrolladora e incontenible, por más que fuera impetuosa y desesperada la defensa. Y a la hora justa de que comenzara el asalto, las fuerzas constitucionalistas coronaban el cerro tan vigorosamente disputado por los contendientes. Y entonces, ya en la cumbre, vinieron a registrarse actos de supremo denuedo, acciones que escapan a la observación más minuciosa; pero que deben consignarse para ejemplo de los que nos sucedan. Entre otros, hemos visto a los constitucionalistas llegar hasta el pié de los reductos, meter la boca del fusil por las aspilleras, disparar hacia dentro, desafiando el fuego certero y mortífero de los defensores. Un soldado de nuestras fuerzas pudo meter la mano por la aspillera coger la boca de un fusil enemigo y arrebatarlo vigorosamente dejando inerme a su contrario. Dentro del fortín, certeramente cañoneado por el Coronel Santibáñez, había 11 soldados federales y un oficial; murieron los soldados a manos de los nuestros, y apenas si el oficial, fingiéndose muerto pudo escapar
con vida trabajosamente. Los doce hombres a que nos referimos se metieron dentro del fortín cuando ya no les fue posible salir huyendo en compañía de los otros federales que antes habían defendido las posiciones. En este asalto terrible y magnífico perdió la vida el General Ricardo Peña y salió herido el General Eduardo Ocaranza. En concepto de los que esto escriben, el asalto al cerro de La Pila es la más grande de las acciones de guerra que se registra en nuestra historia revolucionaria a partir de 1910. Dos mil hombres atacan un cerro no más largo que un kilómetro, con una inclinación de 30 grados, perfectamente afortinado en su cumbre y falda y defendido por más de 500 hombres, 4 cañones, 8 ametralladoras y sostenido por el Fuerte de Santa Rosa y las baterías de Gómez Palacio.

Historia de la Revolución

Las Notas del Ayer "Periodico Antiguo"

Reseña de Eventos

Efemerides del mes de Noviembre

1 de Noviembre 1876 Nace en la ciudad de Puebla, Aquiles Serdán, precursor de la Revolucion Mexicana.

1914 Eulalio Gutiérrez es nombrado presidente temporal de México.
2 deNoviembre
“Celebración de Día de Muertos”.





1821- La junta Provisional Gubernativa decreta la creación de la bandera mexicana.


4 de Noviembre
1571- Se establece la inquisición en México.
1774- Nace en Oaxaca, el historiador Carlos María Bustamante.

5 de Noviembre 1853- México: es inaugurada la primera línea telegráfica.

6 de Noviembre 1813- El congreso de Chilpancingo hace la declaración de Independencia.
1911- Empieza el gobierno del presidente Francisco I. Madero.
7 de Noviembre
1907- Muere en Sonora el ferrocarrilero Jesús García Corona, mejor conocido como “El héroe de Nacozari”.
1915- Aniversario de la publicación de un proyecto de La Ley general del Trabajo, por Emiliano Zapata.
1909- en Durango, nace Nellie Francisca Campobello (1909-1986), destacada bailarina, coreógrafa, escritora y promotora cultural.
8 de Noviembre
1539- El emperador Carlos V concedió a Guadalajara de Tlacotlán, el titulo de ciudad y escudo de armas.
1879- Porfirio Díaz proclama el Plan de la Noria.
11 de Noviembre
1817- Es Fusilado Francisco Xavier Mina .
1873- Nace en Puebla, Carmen Serdán Alatriste, heroína de la Revolución Mexicana.
12 de Noviembre
1651- Nace la poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz.
1853- Se lanza la convocatoria para componer el Himno Nacional.
13 de Noviembre
1863- Muere asesinado Ignacio Comonfort , quien fuera presidente de México.
18 de Noviembre
1825- El fuerte de San Juan de Ulúa se rinde a los mexicanos.
19 de Noviembre
1811- Nace en San Luis Potosí el ideólogo Ponciano Arriaga.
20 de Noviembre
1920- Inicia la Revolución.
1922- Muere en una prisión norteamericana el revolucionario Ricardo Flores Magón.
21 de Noviembre
1831- Por decreto, se ordena la fundación del Museo Nacional de Historia.
22 de Noviembre
1896- Muere el general Vicente Riva Palacio.
23 de Noviembre
1855- Se promulga la “Ley Juárez”.
24 de Noviembre
1957- Muere Diego Rivera, genio mexicano de la pintura.
26 de Noviembre
1919- Es fusilado Felipe Angeles, revolucionario que apoyo a Madero y se oponía a Carranza.
28 de Noviembre
1504- Muere Isabel la Católica reina de España.